“La peor persona del mundo”: preguntas sobre amor e identidad

María Juesas
6 min readMar 21, 2022
Julie (Renate Reinsve) en una escena de la película / Fuente: European Film Awards

¿Cómo enfrentarse a esa etapa entre la juventud y la edad adulta? “La peor persona del mundo” (2021) es el quinto largometraje del director noruego Joachim Trier, co-escrito con Eskil Vogt. Después de “Reprise” (2006) y “Oslo, 31 de agosto” (2011), esta mezcla entre comedia y drama romántico constituye la pieza final de la “Trilogía de Oslo”. La capital noruega (con su mágica y característica luz) es el nexo de unión entre las tres. Juntas y separadas, constituyen el retrato de una generación perdida.

La última parte del tríptico se estrenó en el Festival de Cannes, donde la actriz protagonista, Renate Reinsve, obtuvo el galardón a Mejor Actriz. Además, la cinta también competirá en la 94ª edición de los Oscar, con nominaciones a Mejor Película Internacional y Mejor Guión Original.

Un mar de dudas

La historia se dibuja a través de Julie (Renate Reinsve). A punto de cumplir los treinta, todavía no sabe quién es ni lo que quiere. Con ese “todavía”, la película explora las presiones o expectativas que se imponen sobre la mujer joven. ¿Existe un tiempo límite para poder dudar de una misma?

La trama está compuesta por un prólogo, 12 capítulos y un epílogo. Vemos pasar cuatro años en los que Julie busca su identidad, mediante sus experiencias en el terreno amoroso y profesional. Salta de medicina a psicología. De psicología a fotografía. Y luego a la escritura ocasional, que acaba apartando para trabajar en una librería. “Nunca termino nada”, afirma Julie en una escena.

Tampoco lo hace en las relaciones sentimentales. Empieza a salir con Aksel (Anders Danielsen), un dibujante de cómics mayor que ella, y pronto se mudan juntos. Pero llegan las preguntas de él. Y las dudas de ella.

Entre que Julie está rozando la treintena, y que Aksel es mayor que ella, el tema de los hijos es un punto de inflexión: ¿Sí o no? ¿Si no es ahora, cuándo? Sabe que ahora no es el momento, pero no sabe exactamente a qué esperar, o cuándo sabrá lo que quiere. La brecha generacional entre ambos (más que la de género) provoca un juego de poder. Pero antes de que sus caminos se separen, Julie conoce a Eivind (Herbert Nordrum) en una fiesta. Los dos tienen pareja y, aunque teóricamente no hay cuernos, las dudas solo aumentan.

Eivind y Julie en una escena de la película / Fuente: European Film Awards

¿La peor persona del mundo?

El título de la película hace referencia a una frase que dice Eivind, que trabaja como camarero en un café: “Soy la peor persona del mundo”. Esto también se lo plantea la protagonista. Estar perdida es normal. Pero a los 30 años, el reloj suena cada vez más fuerte. Joachim Trier pinta así un retrato psicológico con tres colores primarios: comedia, romance y drama. Para ello, utiliza el paso del tiempo y una narradora en tercera persona, a la que nunca vemos.

La película va directa al grano. Y con ello, puede parecer que a Julie le definen sus relaciones. Sin embargo, no se adentra tanto en las vidas individuales de Aksel o Eivind. Tampoco en la faceta profesional, familiar o intelectual de Julie. Eso es precisamente lo que provoca una inmersión en su mente. Nos identificamos con ella a través de sus inquietudes. Y nosotros, como espectadores, tomamos la posición de juzgarla sin caer en la obviedad del título. Cocemos sus motivos y, sobre todo, sus dudas. Trier sabe cómo generar empatía con cada personaje. Incluso con la peor persona del mundo. ¿Quién no se ha sentido alguna vez perdido?

Una felina en un mundo de gatos domésticos

Julie podrá tener muchas dudas. Pero ejerce sin miedo una posición crítica y convencida sobre la sociedad que la rodea. La película pone sobre la mesa cuestiones morales y sexuales, feministas y machistas. Y lo hace a través de la protagonista, con la llamada “female gaze”. Un personaje complejo, que nos recuerda a los de George Cukor, director que solía apostar por figuras femeninas con un carácter fuerte. Un espíritu socarrón que utiliza el humor para normalizar esta mirada femenina. Desde el “mansplaining” hasta los problemas o deseos sexuales, lo explícito choca con el tabú.

Además, la narrativa fluye muy bien. Sobre todo, porque la película presta especial atención al diálogo y al ritmo. Y lo mejor: se produce un giro de guión, al drama.

Una de las partes más bonitas es cuando Julie enciende la luz de la cocina. Se para el mundo, y empieza a correr por las calles de Oslo. El cielo tiñe a la ciudad de una luz espectacular. Y ella, imparable, encuentra por fin un atisbo de claridad, rodeada de gente estática.

Últimamente, varias películas utilizan escenas en las que un personaje corre por motivos emocionales. Lo veíamos en tick, tick… Boom!” (Miranda, 2021), con una naturaleza algo más oscura; o en Licorice Pizza” (Anderson, 2021), donde el motivo para la carrera es el amor. En este caso, Trier utiliza el realismo mágico para congelar el tiempo durante unos minutos.

Julie corriendo por las calles de Oslo / Fuente: European Film Awards

Soledad y realidad

A medida que avanzaba la trama, me vinieron a la mente varias películas. La primera es “tick, tick, boom!”. Sus protagonistas se conectan por la misma etapa de la vida, la incertidumbre, el enfrentamiento a las presiones y expectativas, o el miedo al paso de los años cuando no sabes quién eres.

Otra es “La notte(Antonioni, 1961), ya que ambas juegan con la soledad en una mujer que vaga por las calles de una ciudad inmóvil. Edificios vacíos, decisiones, dudas sobre la pareja o la felicidad individual… ¿Y qué largometraje juega también con una ciudad que provoca encuentros inesperados?

En Lost in translation (Coppola, 2003), veíamos también la soledad y conexión entre un hombre y una mujer con pareja, similar al encuentro entre Julie y Eivind. Incluso comparten un susurro secreto, un mensaje que él le dice en la oreja a ella, sin que los espectadores sepamos qué es. Y, casi como una sinfonía, la crudeza de la realidad en la última parte del filme nos lleva a La La Land(Chazelle, 2017). ¿Es posible ser feliz sin un final de cuento?

Un elemento clave es la luz. Tanto la exterior, como la interior, que se cuela por las ventanas. Mirar a través del cristal es un leitmotiv que se repite durante la historia. Cuando Julie se muda con Aksel y este le pide que sea cuidadosa con la ventana; más adelante, cuando aparece una ventana con cristales de colores; o en la secuencia final, donde Julie mira hacia afuera a través de otra ventana. Todo acompañado de recuerdos, compromisos, y arrepentimientos.

“La peor persona del mundo” es una película muy humana, donde cada decisión es un paso en la cuerda floja. En vez de intentar descifrar los porqués de la protagonista, ensalza sus dudas. Y con ello, una etapa de tránsito, de prueba, que conlleva un vacío existencial. Y un aprendizaje. El broche de oro lo ponen las interpretaciones, parte clave de la obra. Todos están espectaculares, aunque el peso realmente recae en Renate Reinsve. Ha demostrado que sabe manejar la comedia, el romance y el drama en un mismo papel. El papel de una treintañera que nunca pensó en ser nada más que joven. ¿Quién o qué marca el ritmo de una vida?

--

--

María Juesas

Escribo en @codigo_publico y @revistamilana Periodismo y Comunicación Audiovisual uc3m. Amante del cine y de la música. Twitter: @juesas_maria